miércoles, 27 de mayo de 2015

Ésa



Casa. Me desvisto. Orino. Qué nerviosa. Demasiado excitada. Me masturbo. Enseguida me siento mejor. Me cambio las bragas, me aseo. Nueva ropa, nueva piel, pero es mi sonrisa la que me viste. Me lavo la cara y tapo las ojeras. Levanto las pestañas. Disfrazo mi pelo. Estoy lista. Corro hacia la estación pensando que corro hacia el amor.

Reposo en sus ojos todas las gacelas que trotaban en mi tórax. Y alrededor de sus ojos hay parques, calles y cafés. Y cojo el tren de vuelta.

En menos de cuatro horas siento que estoy conectada a algo nuevo. Le escribo. Contesta. Debe ser él.

Me acuesto sonriendo. Empieza algo nuevo.

Me levanto sonriendo. ¡Empieza algo nuevo!

El sol calienta más. El verde es más brillante. Nunca hubo tanto olor. 

Tengo que escribirle otra vez. Acaso, qué más da. Estoy conectada. Soy ella. Y puedo serlo por completo.

Y no contesta.

Y el día pierde algo de luz

Y no contesta.

Y los grises cubren de bruma el color.

Y no contesta.

Y mi nariz se arruga.

Y no soy ésa. Y no es él.

En veinte horas estoy sola.







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